La tarde de este lunes, los ladrillos de la fachada del Instituto Cecilio Acosta se derrumbaron, lo que ocasionó la muerte de un estudiante de 16 años y de un representante. Una alumna resultó herida pero se encuentra fuera de peligro.
Caracas. “Yo pensé que era un terremoto porque sonó muy feo. Lino iba como dos pasos detrás de mí y de repente vi que le cayeron los ladrillos encima. Nosotros nos agachamos, a un amigo lo golpeó un ladrillo, pero Lino quedó en el piso y comenzó a sangrar”.
Este es el último recuerdo que tiene uno de los compañeros de clase de Lino Daniel Beratti González, de 16 años, antes de que los ladrillos que se desplomaron de la pared del Instituto Cecilio Acosta le cayeran encima, terminando su vida.
“Estaba en shock, muy nervioso, no me podía mover. Llamé a mi papá para que me fuera a buscar, porque yo no podía irme solo después de esto”, soltó el joven, rodeado por otros compañeros, todos vestidos con camisa color beige y pantalón escolar azul marino.
Eran las 6:00 p. m. del lunes 17 de octubre, el timbre había sonado y el grupo de estudiantes que cursa bachillerato en el horario de la tarde salió de clases. Cuando caminaban por la avenida tres de Propatria, justo detrás del plantel, se derrumbaron los bloques desde aproximadamente cuatro pisos de altura.
El adolescente tuvo oportunidad de empujar a una de sus amigas, lo que salvó su vida. Pero él no corrió con la misma suerte, pues falleció en el sitio.
“Todos nos quedamos en silencio, casi nadie gritó del susto. Yo lo vi ahí, tirado en el piso. Los ladrillos estaban llenos de sangre. Él comenzó a botar sangre. Fue horrible”, dijo otra testigo, con los ojos aguados.
Funcionarios del Cuerpo de Bomberos no tardaron en llegar, así como del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). Sus familiares lo trasladaron hasta la Clínica Vista Alegre sin signos vitales, pero con la esperanza de que se pudiera hacer algo para revivirlo.
“Él entró sin signos vitales, pero nosotros teníamos la esperanza. Lo intubaron, pero cuando los doctores vieron cómo tenía la cabeza dijeron que no había nada que hacer”, expresó Janeth Cacique, su prima.
Sin embargo, los estudiantes de bachillerato acudieron. Los compañeros de Lino, los cercanos y no tanto, estaban conmocionados. Se abrazaban llorando, sus rostros eran desoladores, con ojos tristes y lacrimosos.
Mientras esta escena dolorosa se desarrollaba en Propatria, en la morgue de Bello Monte se encontraba la mamá del adolescente, acompañada por familiares.
Lino era hijo único. Su madre estaba completamente destrozada, sin ánimos de poder describir lo que le había pasado. Una prima, Janeth, contó que al menor le gustaba jugar baloncesto y vivía en la zona
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