Dejar a un bebé llorando
solo para que aprenda a dormirse (o a cualquier otra cosa) es maltrato. Es
abandono. Es desconexión. Es ignorancia. Es abuso. Es desapego. Es desamor. Es
negación absoluta de las necesidades de un hijo.
¿Qué es lo que se pretende enseñar
a un bebé dejándolo llorar a oscuras en su habitación, en soledad, 1 minuto,
luego 3, luego 5 y luego, hasta el cansancio? ¿Realmente alguien puede comprar
la idea de que de esa manera le ha enseñado a su hijo a dormir? ¿Puede alguien
sentir en el fondo de su corazón que lo está haciendo por el bien de su hijo?
Aunque el resultado final sea que el niño finalmente se duerme y que al cabo de
unos días o semanas ya no reclama nada, lo que se le ha enseñado verdaderamente
es eso. A no reclamar nada. El niño aprende muy rápido que de nada vale llamar
a sus padres, porque éstos no vendrán. Con suerte entrarán unos segundos a la
habitación y sin establecer contacto físico, le dirán que lo aman mucho, pero
que no podrán quedarse porque le están “enseñando a dormir”. El niño asume que
él no vale lo suficiente, que lo que siente, lo que necesita, no merece
atención. Sólo ha aprendido a someterse, a callar, a auto consolarse. Sabe que
no cuenta con nadie, y su mecanismo de supervivencia lo protege de seguir viviendo
ese infierno de dolor, angustia, desesperación y soledad y al cabo de un tiempo
deja de llorar, pero no de sufrir. Sépanlo padres. Es eso lo que le han
enseñado a sus hijos. Ese mismo ser que no puede hacer nada por sí solo, ni
alimentarse, ni higienizarse, ni gatear, ni caminar, ¿por qué sí debería
dormirse solo? El sueño, al igual que el resto de las cosas, es un proceso
evolutivo. cada familia. Hablamos de acompañar, proteger, brindar seguridad,
pecho materno, brazos, calor, cuerpo con cuerpo, para que el bebé se relaje y
se entregue al sueño, pacífica y amorosamente.
Desatender el llanto del
bebé lo quiebra, lo marca, lo corrompe. Y las consecuencias seguramente no se
vean ahora, sino más adelante. Muchos padres que han puesto en práctica este
método se defienden alegando que sus hijos son niños felices, cariñosos,
sociables y seguros de sí mismos. Pero si más tarde en la adolescencia o en la
vida adulta sobrevienen problemas de autoestima, inseguridad, depresión, e
incluso trastornos más intensos como ataques de pánico o ciertas fobias, nadie
jamás conectará esto que sucede ahora con aquello que sucedió cuando la persona
tenía apenas meses de vida. La ciencia ya ha evidenciado las consecuencias del
llanto prolongado y desatendido:
¿Cuál es el miedo a
conectarnos con nuestros hijos? ¿A qué le tememos? ¿A criar niños demasiado
dependientes? ¿A crearles trastornos de sueño a futuro? ¿Nadie se detiene a
pensar que si la gran mayoría de los niños del mundo se despiertan de noche
reclamando contacto, brazos, teta, presencia, será que ESO es lo normal, lo
natural? ¿Cómo es posible que prácticamente todos los bebés del mundo estén
afectados por el mismo problema?
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