Lágrimas amargas en la despedida de Adrialis, la niña de Potreritos

Iris, una vendedora de tequeños, de 22 años, se niega a la idea de  que ahora “su niña hermosa”, Adrialis González,  esté enterrada en una fosa  cubierta con cemento   en el cementerio de Potreritos, municipio La Cañada de Urdaneta, estado Zulia.

Las últimas semanas para Iris González han sido desgarradoras; ella misma las califica de “las peores de su vida”. Respira profundo, se sujeta con las dos manos su estómago y no para de llorar. Primero,  abortó  cuando tenía tres meses de embarazo y, ayer, le tocó enterrar a su hija menor, una bebé de un año que murió carbonizada.
Iris, una vendedora de tequeños, de 22 años, se niega a la idea de  que ahora “su niña hermosa”, Adrialis González,  esté enterrada en una fosa  cubierta con cemento   en el cementerio de Potreritos, municipio La Cañada de Urdaneta.
“Yo te amo mi reina, mi negrita bella, vamos a jugar, vamos a ser felices juntas. No puede ser que estés muerta, no lo creo, tú tienes que estar conmigo, con tu mami”, decía la joven madre, mientras miraba al cielo.
Sus familiares la intentaban calmar, pero era inevitable. El dolor estaba latente.
Iris González llegó al cementerio de Potreritos,  a las 10:30 de la mañana, en uno de los tres camiones 350 que trasladaron dolientes hasta el camposanto. No paró de llorar ni un minuto, se sentía culpable de la tragedia. “No debí dejarte sola mi chiquitica”, repetía a cada instante, mientras una tía la intentaba callar sin poder lograrlo.
La bebé Adrialis González, de un año  y diez meses de nacida, falleció  la noche del miércoles  carbonizada al quedar atrapada entre las llamas que consumieron por completo el ranchito de láminas de zinc en el que vivía su familia en el sector La Limita, de la Cañada de Urdaneta.

Un arbolito de Navidad ocasionó el incendio. Un cortocircuito generó las llamas que enlutaron a la familia.
“Adrialis era una niña alegre, muy contenta, le gustaba jugar con su tía. Fue algo muy terrible lo que nos pasó, primera vez que ocurre algo así”, expresó la abuela materna, Yésika Rodríguez. 
Un globo y una rosa quedaron encima de la fosa. “Perder a dos hijos me ha quitado las ganas de vivir. Negrita, quería que me cuidaras cuando estuviese viejita”, dijo, con tristeza, Iris González.
Un sacerdote rezó por el descanso eterno de la pequeña Adrialis González. También, dio palabras de  reflexión sobre el cuidado de los niños.
La otra abuela de la pequeña, Johana Guerrero,  casi de desmaya. La tuvieron que sacar del cementerio cargada.  
“Yo sé que su madre no tuvo la culpa de nada. Pero toda en familia sentimos impotencia, porque esta tragedia se  pudo haber evitado, pero la realidad es otra”, lamentó.

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