ninguno es libre cuando otros son oprimidos”,
muestra un cartel sostenido por una niña en Siria; un mensaje al mundo. En
Alepo, la ciudad más poblada de Siria un padre grita de dolor por la muerte de
su hijo mientras que en otro rincón, un puñado de gente junta los restos
carbonizados de hijos ajenos. Macabros episodios con más de 10 años de haber
iniciado.
El país del oriente medio entra en conflicto
en marzo del 2011 donde comienza a gestarse “uno de los mayores crímenes de
este siglo”, afirma Antonio Guterres secretario general de las Naciones Unidas.
Además, la ONU en 2014 revela la tortura practicada en niños.
La educación también es devastada por la
crisis. Las familias, que viven en carpas expuestas al frío y al peligro, no
pueden llevar a sus pequeños a asistir a clases porque la mayoría de las
escuelas fueron destruidas. Según UNICEF en 2016 más de 700.000 niños sirios no
tienen acceso a la educación.
En los últimos años, incluso chicos de siete
años se han en armas para combatir al lado de los beligerantes. En sumatoria,
la pandemia del coronavirus termina por acabar con un país agonizante. Se
incrementó hasta un 90 por ciento la cifra de menores de edad que necesitan
ayuda humanitaria. Sumado a esto, la devaluación de la moneda y la
inaccesibilidad a recursos básicos como agua potable al comienzo del 2021.
“Había tantos niños y muchos de ellos en silencio. No es normal. Deberían gritar o quejarse del frío y del hambre. No se comportan como niños”, desnuda Avril Patterson, coordinadora de salud del CICR en Siria.
En Fundapden. internacional
a petición de líderes de siria impulsaremos acciones y una campaña
internacional por las garantías y
la protección de la infancia en ese país devastado por la guerra donde la mayoría
de las víctimas son niños
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