Detrás de la actitud
aparentemente perezosa de un niño puede esconderse el hambre. La ausencia de
proteínas en su dieta diaria, así como de un adecuado requerimiento calórico,
no solo lo hará ver más pequeño, débil y delgado, sino también desconcentrado,
distraído y levemente tardío en sus respuestas.
La explicación la ofrece la médico pediatra Mercedes
López de Blanco, vicepresidente de la Fundación Bengoa, quien trabaja el tema
nutricional desde hace más de medio siglo: “Creen que los niños son flojos,
pero no se dan cuenta de que están desnutridos. Así como cuando se enferman
cada dos o tres meses. Son los síntomas de una misma situación”.
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